Conozco a un tipo que tiene como frase de bandera la siguiente: “A mi, a humilde, no me gana nadie”, resume con una satírica lucidez los tiempos que estamos viviendo. La receta más usada es que hemos de volver a los valores tradicionales, a los valores éticos para vivir una vida mejor. Estoy en un parcial desacuerdo, se habla de volver a los valores, se dice que hemos de ser humildes porque no hay ni un duro. Básicamente donde teníamos que habernos regido por esa ética como sociedad tenía que haber sido antes de la crisis, es cuando tenía mérito renunciar a las tentaciones, ahora no nos quedan más bemoles.
En la lucha pulgada a pulgada por la buena imagen, se está empezando a hacer una sospechosa ostentación de valores eternos como este del que hablamos, hasta el punto de saber cuando los micrófonos están encendidos para alardear de un discurso humilde y cuando se cierran y los medios se van, adoptar una actitud soberbia y prepotente con los curritos de turno.
Es un lugar común hablar públicamente de humildad, nos hablan de humildad los políticos, los grandes deportistas, mientras se despiden desde sus grandes coches imbuidos de una humilde potencia de caballos de vapor.
La Humildad es una consecuencia de un comportamiento continuado a lo largo de mucho tiempo, no una etiqueta que sirva para un partido, para un rato, para un semestre. Ni es un título que te puedas autoimponer. Este año he sido humilde, el que viene no lo sé.
No sabes si detrás de estas actitudes se esconde un obscuro objetivo de esconder partes de la personalidad que no venden, que no son las correctas, el caso es que prefiero mil veces antes a un chuleta conocido que a un “autohumilde” por conocer.
Piti Hurtado
Publicado en el diario «Hoy» el 2 de Marzo de 2012
excelente