…y está genial. Me he rascado el bolsillo, y con gusto. Ya me he leído este libro y me ha merecido la pena (la pena de verle el «careto» al autor). Es más, es un perfecto regalo para amigos viejóvenes que sonreirán con muchas de las piezas que componen este puzzle. Es un leer en capítulos cortos, perfecto para el cerebelo disperso que acostumbramos a usar en este milenio. Incluso los que no leen habitualmente, lo terminarán sin dificultad y gusto (eso creo). No es Dostoievski, ni lo pretende.
Son relatos cortos de la historia de nuestro basket, es una prosa trabajada producto de 25 años escribiendo del mejor deporte por parte de este periodista. Cuando empecé con el libro me esperaba lo amable, lo costumbrista, lo naïf, lo riguroso en fechas, nombres y declaraciones de los protagonistas. Este tipo es capaz de hacer hablar hasta a un muerto si ha tenido relación con el basket y no se trata de una frase hecha, no creáis que exagero, yo lo he visto, que se coman los gusanos estos ojitos, que diría Chavela Vargas. Imaginaos la de jugadores medio sepultados en el olvido a los que ha conseguido sacarles una buena frase. Recomiendo especialmente el capítulo de Kenny Simpson, sobre este particular. Pero no me esperaba pasármelo tan bien leyendo algunas frases de grandes personajazos y detalles muy graciosos.
A Ortiz en el colegio le llamábamos «Picu», de Piculín Ortiz, no había espacio para el fútbol en su vida. El tipo no jugaba ni en gimnasia pero siempre estaba pegado al deporte de la canasta, desde entonces observaba el partido desde la banda. No por eso ha adquirido un conocimiento profundo del juego (lease a Javier Clemente y las vacas de Lezama), por eso no es capaz en un capítulo de explicar tácticamente con acierto como eran y vuelven a ser «Los ochos de Gomelski» pero si ha sabido comprender y relatar con viveza y detalle lo humano de los que jugaban o entrenaban y lo que es mejor, lo ha disfrutado, lo ha vivido con pasión, con su pasión. Lo sigue viviendo así pese a que los cuarenta nos suelen conferir una capa de incredulidad y cierta causticidad (¿o la tuvimos siempre?)
Hemos vivido algunas historias muy divertidas el autor de este libro y yo (y no todas borrachos), nunca fuimos de la misma pandilla pero si compartimos pupitre en bachillerato en Latín con el Padre «Drácula», nos hemos reído, nos hemos enfadado, hemos intentando echarle alguna mano juntos a algún amigo que no lo ha entendido, ha puesto a parir con razón el juego de alguno de mis equipos otras veces, públicamente ha sido parco en halagos cuando mis equipos lo merecían pero le podía la relación personal y eso le hace más honesto, la objetividad no existe.
Pero ni estoy recomendando, ni he comprado este libro porque somos amigos y residentes en Cáceres, no. Lo recomiendo porque me ha encantado leer cómo es capaz de relatar todas estas intrahistorias con su estilo personal donde la pluma no es protagonista, donde trata de huir de la ranciedad de los lugares comunes (a veces no lo consigue del todo pero casi siempre) y quedan reflejado en el texto muchos pasajes que no son habituales en el periodismo o literatura sobre basket en España. No evita la controversia, sino que nos la acerca, a veces se le nota opinión en cómo construye el transcurso de la historia pero hasta se agradece que el escritor deje de ser Benito Pérez Galdós por algunos momentos y se posicione lejos de la obviedad y el confort y cierre filas con el lector que busca wasabi.
Estoy seguro de que amontona en un disco duro un trillón de declaraciones más rígidas que un palo de escoba de protagonistas del basket español y nos hace el favor de ahorrarnos ese insípido trago. Para con paciencia de buscador de oro, trillar hasta encontrar las pepitas con las que nos deleita. Al jugador y entrenador español le cuesta mucho acercarse a un micrófono sin tensión, para encontrar un Manel Comas entre medias te encuentras muchísimos «el fútbol es así, no hay rival pequeño». Este muñeco lo venden mejor los yankees, incluso los que venían entonces con sus excentricidades bien desglosadas en «101 historias del basket español», incluso los argentinos se acercan a la realidad mediática con bastante más autocrítica y gracia que nosotros.
Yo no me he arrepentido del tiempo que he dedicado a leer este libro y creo que a ti te puede pasar igual.
Para más información de dónde y cómo comprarlo, pincha aquí y pregúntale a él, que yo no soy comercial, de aquí no me llevo «NÁ». Así que le dais la tabarra a Ortiz que es el tipo que sale en la foto de abajo forzando una sonrisa.
Coach,mi nombre es Carlos Ortiz y soy de Puerto Rico.Me gustaria preguntarle algo…En estos libros de la historia del basket Español hacen reconocimiento a la aportacion de mis compatriotas Fredie Borras,Wilo Galindez y Johnny Baez?Los primeros 2 fueron como estudiantes y contribuyeron mucho en el desarrollo del basket allá y Baez fué como refuerzo del Real Madrid y fue una influencia bien grande para los jugadores españoles.