Volvamos a la técnica, de donde los entrenadores nunca debimos salir.Lo reconozco, vivo obsesionado con la velocidad del pase, con lo duro que hemos de pasar, para darle más velocidad al juego, que el pase obligue al receptor a jugar concentrado, a correr un poco más rápido, a jugar mejor baloncesto, en definitiva.
Excepto los pases «lob» (bombeados) y algunas suertes de pases cortos, todos los pases deben exigirse con dureza, con fuerza. Contratacando para llegar antes, en tráfico para minimizar posibles pérdidas, picados para entrar en tiempo y espacio del hueco. Pero siempre muy fuertes. Y como mal menor, el pase fuerte se perderá por la banda si el receptor no está preparado o tiene manos blandas; no nos lo robaán en primera línea para una bandeja fácil.
De pequeños nos enseñan a «telegrafiar» el pase haciendo una extension de brazos y dedos, con el tiempo y el desarrollo muscular, los antebrazos han de ayudar a la explosividad del cañonazo.
Muchos de los pases que he editado en el montaje de esta semana, son pases a una mano, que tras bote, aprovechan la inercia del movimiento, pero es importante la velocidad del pase también a dos manos.
Odio los pases blandos; igual que cuando te presentan a una persona y la languidez de su apretón de manos define a esa persona antes siquiera de abrir el pico. Manos que se resbalan, carácter blando.